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Naveen Chinthakaaya

Saturday, July 18, 2020

Kursk: La Mayor Batalla De Tanques De La II Guerra Mundial

Un Panzer III avanza por la estepa cercana a kursk dejando a un lado a un T-34 ruso fuera de combate. F.: Pinterest

En el verano de 1943, en un llamativo saliente del frente del este, próximo a la ciudad de kursk, se desarrollaría la mayor batalla de tanques de la historia. Kursk se encontraba en el occidente de Rusia, al norte de la frontera con la Ucrania ocupada y a más de 600 kilómetros de la capital, Moscú. La ambiciosa operación sería conocida con el nombre en clave de Zitadelle (Ciudadela) y la batalla resultante se tornaría determinante en el devenir de una guerra tan colosal como despiadada: la que enfrentaba desde 1941 a la Wehrmacht alemana y al Ejército Rojo soviético en el llamado frente oriental. En 1943, los soviéticos poco tenían que ver con el ejército que dos años atrás, en junio de 1941, se había visto desbordado por el avance vertiginoso de las tropas alemanas tras la puesta en marcha de la operación Barbarroja, la invasión de la Unión Soviética. El Ejército Rojo de entonces, que poco antes había sufrido la brutal purga de buena parte de su oficialidad y la mayoría de sus generales, carecía de capacidad estratégica y militar y estaba marcado por la desorganización y la indisciplina. Sin embargo, aunque los avances alemanes fueron enormes en los primeros meses de la campaña de Rusia y las derrotas soviéticas continuas y demoledoras, el estado soviético se mantuvo en pie dirigido con mano dura por el dictador J. Stalin. La Werhmacht no pudo tomar ninguna de las grandes ciudades de la URSS: caída Minsk o kiev, ni Leningrado, sometida a un brutal cerco, ni Moscú, ni después Stalingrado, cayeron en manos germanas. Tras un verano de rápidos avances, en el que no se habían cumplido los objetivos establecidos, llegaba el otoño y después el terrible invierno, para el que los alemanes, confiados en una rápida victoria, no habían previsto preparativo alguno. Como consecuencia, la guerra se prolongó a lo largo de 1942, y aunque los alemanes habían fracasado en la consecución de sus grandes objetivos estratégicos, mantuvieron en ese año siempre la iniciativa militar como ejército dominante en los campos de batalla.

Retroceso alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Fuente: guerrayhistoria.files.wordpress.com

El momento trascendental de la contienda había de llegar con el año 1943, primero en el invierno, con la cruenta batalla de Stalingrado; después en verano, con la batalla de Kurks. Si la destrucción total del VI Ejército alemán en Stalingrado había demostrado a los ojos de todo el mundo que los alemanes no eran invencibles y la derrota había supuesto un duro golpe a la moral de combate victoriosa de los alemanes, la batalla de Kursk, desarrollada unos meses después, sentenció definitivamente las posibilidades de victoria alemana en aquella guerra. Kursk fue la última vez que los alemanes pudieron tomar la iniciativa en el frente ruso. A partir de entonces la guerra expansiva de la Werhmarcht se tornó en una durísima guerra defensiva y los soviéticos iniciaron el lento y tortuoso camino hacia Berlín. En este sentido, la batalla de kursk se convirtió en un marcado punto de inflexión en aquella encarnizada guerra sin cuartel en la que se había convertido el frente ruso.
En el verano de 1943. los soviéticos habían crecido como ejército: disponían de ingentes recursos humanos y gran cantidad de material bélico, que resultaban inagotables a los ojos de sus enemigos alemanes; habían mejorado también su capacidad estratégica, su organización, logística y disciplina, y lo que no era menos importante, su fe en la victoria final y la confianza en sus posibilidades. En Kursk, los ejércitos alemanes habían elegido el terreno y el momento para el combate, los más propicios para sus tácticas, y sin embargo, habían sido primero detenidos y más tarde rechazados por el tamaño y la capacidad de las fuerzas del Ejército Rojo.

Los Panzer alemanes del II SS Cuerpo Panzer avanzan por la estepa rusa en formación de combate, dejando sus huellas marcadas sobre los pastizales y cultivos. Fuente: Ullstein bild/Getty Images

Dos ejércitos frente a frente

La batalla de Kurks implicó a cerca de dos millones de soldados, en torno a unos 800.000 alemanes y una cifra cercana al 1,5 millón de soldados soviéticos. Pero es, sobre todo, conocida por la ingente acumulación de fuerzas acorazadas y mecanizadas, especialmente por la participación masiva de carros de combate. Las cifras bailan, pero podemos afirmar que participaron en la contienda unos 2.000 tanques por el lado alemán, que alcanzaría los 2.500 si incluimos otros vehículos blindados, y una cifra ligeramente superior a los 3.000 tanques soviéticos, que algunas fuentes rusas elevan hasta los 5.000, aunque un tercio de ellos serían tanques ligeros. En total, en la batalla de kursk se emplearon un mínimo de 5.600 blindados y un máximo de 7.500. Se trata de unas fuerzas formidables que solo se podían alcanzar en el frente del este y que superan las cifras de cualquier batalla u operación registrada en los otros frentes de la Europa en guerra.
El ejército alemán o Werhmacht había convertido al carro de combate en la base de su capacidad militar terrestre, en el arma clave de su Blitzkrieg o guerra relámpago, aquella que le llevó a la toma de casi toda Europa occidental, que le condujo a las puertas de Egipto y que le permitió conquistar una parte importante de la Unión Soviética europea. Esto suponía un cambio radical respecto a la Primera Guerra Mundial, donde el tanque apenas había sido utilizado, era en general lento y pesado, y estaba en todo momento subordinado a la infantería, desconociéndose buena parte de sus posibilidades estratégicas. Sin embargo, durante la II Guerra Mundial, los carros de combate se convirtieron, especialmente en el ejército alemán, en grandes peones estratégicos, la base de una nueva táctica que permitía a un ejército golpear con contundencia y rapidez en una zona concreta y desbordar el frente de combate. Unos carros de combate cuyo papel protagonista los llevaba a conformar unidades blindadas y mecanizadas específicas de las que eran el eje principal, las llamadas Panzerdivision o divisiones Panzer alemanas. En dichas divisiones el protagonismo indiscutible era para los carros de combate, incorporando además otras unidades que le servían de apoyo, como el caso de la infantería motorizada (camiones, vehículos semiorugas y otros vehículos), la artillería autopropulsada, así como unidades de reconocimiento, anticarro, antiaéreas o de zapadores. Se trataba pues de formaciones combinadas, como lo eran también las divisiones Panzergrenadier, unidades en teoría inferiores, que tenían un batallón menos de tanques aunque contaban con más infantería, incorporando también artillería y otras unidades de apoyo. Estas divisiones podían a su vez conformar grandes formaciones acorazadas llamadas Panzerarmee.


Panzer III y IV. Fuente: weaponsandwarfare.files.wordpress.com


Columna de Panzer III alemanes atravesando una aldea rusa en su avance por el saliente de kursk. F: dziennikpolski24.pl


La mayoría de los carros de combate alemanes que participaron en la batalla de kursk eran Panzer III y Panzer IV. El Panzer III o Pzkpfw III era un tanque mediano que llegó a artillar cañones de 50 mm, mientras el Panzer IV o Pzkpfw IV era un tanque más pesado y con mayor tamaño que el anterior, que estaba armado con un cañón de mayor calibre, 75 mm. Sin embargo, la gran baza de la Wehrmacht en aquel momento eran los nuevos carros de combate Panther (Panzer V) y Tiger I (Panzer VI), con los que confiaban en anular la inicial ventaja numérica del ejército soviético. De hecho, la operación Zitadelle fue pospuesta en el tiempo hasta que estuvieron disponibles un numero apreciable de estos carros. En total los alemanes consiguieron reunir casi 260 Panther y más de 200 Tiger. El Tiger I era un carro pesado imponente, que montaba un cañón de 88 mm y fue construido para hacer frente al magnífico T-34 soviético. Tenía un blindaje muy superior al Panzer IV (100 mm frente a los 80 mm) en la parte frontal, donde recibía la mayoría de los impacto de la artillería antitanque, aunque por los laterales era más vulnerable, por su menor blindaje. Su complejidad técnica y el elevado coste de sus componentes y materiales ralentizó su producción y no se llegaron a construir más de 1.350 unidades. El Panther era también un gran carro de combate, montaba un cañón de 75 mm y disponía de un buen blindaje frontal, aunque también vulnerable por los flancos. Era más ligero y por tanto más veloz, lo que le permitía una mayor maniobrabilidad que la del pesado Tiger.

Tiger I avanzando en kursk. Fuente: vince58.cgsociety.org

El Tiger I desde varias perspectivas. Composición realizada a partir de material de la Fuente: espunto3dexport




















Columna de tanques Tiger I de la  Panzergranadier SS Das Reich avanzando hacia Projorova, al sur del saliente de Kursk.
Carro de combate pesado alemán Panzer V o Panther. Fuente: legendsofwar.fandom.com
























   
Panther de la división de Panzergranadier Grossdeutschland. Fuente: www.worldwarphotos.info


Aún más imponente que estos carros sería el Tiger II, que sin embargo no entró en servicio hasta el verano de 1944, por lo que no participó en la batalla de Kursk. El ejército alemán si pudo contar con unos 90 Panzerjäger Elefant (Ferdinand), enormes cazacarros pesados que montaban un cañón de 88 mm. Su punto débil era la falta de ametralladora defensiva, que incorporaría solo más tarde, además de su lentitud y pesadez. Los cazacarros eran vehículos blindados destructores de tanques que contaban con un cañón anticarro y se disponían como apoyo defensivo para las unidades mecanizadas y blindadas.

El Panzerjäger Ferdinand, después denominado Elefant, era un cazacarros pesado alemán. F.: Pinterest


En general, blindados como los Tigers, Panther o los Elefants (Ferdinand) mejoraron la capacidad militar de los alemanes, pero generaron también grandes problemas de mantenimiento y a nivel mecánico, además de que parte de las tropas no habían recibido la formación necesaria para sacar provecho de sus evidentes posibilidades. Por estas razones algunos generales alemanes dudaban del momento y lugar elegidos para la ofensiva.
El hecho de que se pospusiesen las operaciones alemanas durante meses, así como el conocimiento que los soviéticos tenían de las intenciones alemanas, gracias al espionaje, permitió a éstos fortificar al extremo el saliente de Kurks y concentrar en la zona una formidable fuerza de combate blindada. Los soviéticos construyeron en la zona unas imponentes defensas estructuradas a partir de sucesivas líneas defensivas, con trincheras, casamatas, alambradas, campos de minas, etc.
El ejército soviético había alcanzado un indudable nivel organizativo y había multiplicado su capacidad militar, contando con una enorme superioridad material y humana. El ejército alemán lo sabía, por eso confiaba en el efecto sorpresa y el impacto causado por un ataque inesperado, lo que finalmente no se produjo. Los soviéticos esperaban la ofensiva y está se vio pronto atascada en una cruenta batalla de desgaste que eliminó toda posibilidad de victoria alemana y favoreció al ejército más grande y con mayores reservas, el Ejército Rojo.
Ni siquiera a nivel técnico los soviéticos eran inferiores a esas alturas. Como prueba de ello, el T-34 , para muchos el más completo de los carros de combate utilizados durante la Segunda Guerra Mundial, con un excepcional equilibrio entre potencia de fuego, maniobrabilidad y blindaje. El T-34 reemplazó al T-26 y el BT a partir de 1940, mejorando ampliamente las capacidades y el blindaje de éstos. Era un tanque medio que tenía un cañón de 76,2 mm y un buen blindaje de 45 mm de acero. Era ágil y veloz, y las anchas orugas lo convertían en un todo terreno de gran estabilidad, pudiendo alcanzar la velocidad de 50 km por hora y gozar de una gran autonomía. Era un tanque barato de producir, sencillo y con un mantenimiento fácil. Inicialmente se vio lastrado por las carencias militares y tácticas de los soviéticos, así como por sus deficiencias en el sistema de comunicaciones y en el compartimento de la tripulación. Sin embargo, tenía un buen blindaje inclinado y podía llevar tropas encima debido al gran espacio trasero tras la torreta dotado con guardamanos (esto último lo hacía menos vulnerable al ataque de la infantería). Su cañón no era muy efectivo frente al Tiger, este podía lanzar contundentes disparos de precisión a largo alcance y no sufrir ante los impactos enemigos, por lo que los T-34 hacían uso de su maniobrabilidad y atacaban en grandes grupos por los laterales. Aún así, en Kurks los soviéticos pudieron comprobar la clara inferioridad del T-34 frente a los nuevos carros pesados alemanes, lo que los llevó a crear un nuevo tanque más pesado que no entró en funcionamiento hasta 1944, el nuevo T-34/85, una versión mejorada, con cañones de más calibre y mejor blindaje. Tenía un cañón de 85 mm, que le permitía enfrentarse en plan de igualdad a los Tiger y Panther.

El T-34 ruso fue probablemente el mejor carro de combate de la Segunda Guerra Mundial. Fuente: Pinterest

Interior de un T-34 soviético con sus tripulantes.






















Soldados alemanes ante un T-34 soviético fuera de combate. Fuente: www.worldwarphotos.info



En kursk si estuvieron más de 200 carros pesados KV-1, con más calibre y blindaje que el T-34, aunque más lentos y poco maniobrables, y un número elevado de carros ligeros del tipo T-60 o T-70. Junto a los carros de combate, los soviéticos desplegaron más de 250 cañones autopropulsados, que no deben confundirse con carros de combate, sino que son piezas de artillería montadas sobre chasis que se mueven con orugas, lo que permite al cañón maniobrar por sus propios medios y no ser remolcado por otro vehículo. Hablamos del SU-76, el SU-122 y sobre todo el el SU-152, el más potente de los empleados en la batalla de Kurks, que como su nombre indica montaba un cañón de 152 mm. Tanto éste último, como el SU-122 eran capaces de acabar con los Tiger alemanes cuando se aproximaban.

Carro de combate pesado soviético KV-1. Fuente: Wikipedia.


Cañones autopropulsados soviéticos SU 122 y SU 85. Fuente: weaponsandwarfare.files.wordpress.com 

Cañón autopropulsado soviético pesado SU-152. Fuente: tank-encyclopedia.com
Cañón autopropulsado U-152 expuesto en el museo de kubinka de Moscú. Fuente: tankmuseum.ru

La batalla

Con la llegada de la primavera y el deshielo de las nieves invernales, la célebre rasputitsa, las operaciones militares en el frente del este entraban en un periodo de descanso. Sin embargo, cada uno de los dos contendientes se dedicó a planificar sus siguientes movimientos y tratar de prever los movimientos del enemigo. El OKW (Oberkommmando der Wehrmacht o estado mayor de las fuerzas armadas, a cargo de las operaciones excepto en el frente de Rusia) defendía que las fuerzas alemanas debían pasar a una posición de defensa estratégica, permitiendo así liberar tropas para las zonas ocupadas en Occidente, donde se esperaba una intervención aliada. El OKH (Oberkommando des Heeres o estado mayor del ejército) a cargo de la guerra en la URSS, bajo la supervisión general de Hitler, estaba más o menos de acuerdo, pero con matices. El OKH creía necesario lanzar una ofensiva en verano para desbaratar las intenciones ofensivas soviéticas. Hitler estaba de acuerdo, porque veía la necesidad de una victoria contundente contra los soviéticos, con el fin de reavivar la fe en la victoria de su ejército y de sus aliados, cada vez más escépticos al respecto.
Walter Model, a la izquierda, junto al SS brigadeführer
 Heinz Harmel. F.: warhistoryonline.com 
Decidida la opción de una gran ofensiva, el OKH optó por elegir el gran saliente cercano a la ciudad rusa de Kursk, sobre el que se lanzarían los ejércitos alemanes siguiendo la clásica estrategia de las pinzas. El plan era sencillo: desde el norte avanzaría sobre Kursk el IX Ejército del mariscal de campo Walther Model (integrado en el grupo de ejércitos Centro del mariscal de campo Günther von Kluge), desde el sur lo haría a su vez el IV Panzerarmee, del teniente general Hermann Hoth, y el destacamento armado Kempf, del general Wilhem Kempf, (parte del grupo de ejércitos Sur del mariscal de campo Erich von Manstein). Cuando convergieran ambas pinzas, quedarían atrapados los frentes Central y Voronezh del Ejército Rojo, que serían después destruidos. Concluida la operación con éxito, parte de las fuerzas alemanas empleadas en él podrían  ser liberadas para nuevos objetivos en el oeste.
El problema principal es que el lugar resultaba obvio para cualquier ofensiva o contrataque (ver mapa) y que los servicios de inteligencia soviéticos, al contrario que los alemanes, tenían acceso a muchos de los planes del enemigo, lo que evitó el factor sorpresa, determinante para el éxito de la operación alemana, que contaba con una clara inferioridad humana y material.
En principio, el OKH quería que la ofensiva se iniciara en abril, cuando el lodazal en el que se convertía Rusia con el fin del invierno se había secado, lo que permitía la movilidad de los vehículos acorazados. Sin embargo, el plan fue pospuesto, en principio por falta de tropas y material bélico, después por las dudas que mostraron algunos de los generales y que también tenía el propio Hitler. Era evidente que el ejército alemán necesitaba tiempo para recomponer sobre todo sus unidades acorazadas, que necesitaba refuerzos importantes y que debían incorporar un volumen importante de nuevos carros de combate Tiger y Panther para aumentar su capacidad ofensiva. Sin embargo, las nuevas unidades y pertrechos llegaban con lentitud por la debilidad de la industria alemana, que no podía fabricar más rápido. En este sentido, el tiempo jugaba en contra de los alemanes, pues cada día que se perdía en la operación, corría a favor de los soviéticos, que podían reforzar y fortificar sus posiciones. Muchos altos oficiales alemanes eran conscientes de la necesidad de tiempo para preparar adecuadamente la ofensiva, pero a la vez, de la falta de éste para que el golpe fuera realmente eficaz. Por ello, rechazaban la operación más o menos abiertamente.
Heinz Guderian. Fuente: Pinterest
El caso del teniente general Heinz Guderian era el más paradigmático al respecto. Guderian se había convertido desde el inicio de la guerra, en Polonia y luego en Francia, en uno de los grandes estrategas de la bligtkrieg. Se trataba de un magnífico comandante de unidades acorazadas que, sin embargo, por su carácter díscolo se había enfrentado con frecuencia a sus superiores. Tras el fracaso en la batalla de Moscú, había sido cesado, pero las creciente necesidad de mandos con sus cualidades, debido al mal discurrir de la guerra, obligaron a la Werhmacht a reincorporarlo como inspector general de las fuerzas acorazadas. Para Guderian las fuerzas acorazadas no estaban preparadas, los recursos se iban a desgastar en unas posiciones no muy relevantes, recursos que además iban a ser necesarios para la previsible defensa de Europa occidental, y los nuevos blindados Panther, Tiger y Elefpaht serían desaprovechados por la falta de preparación y entrenamiento apropiado de las tropas. Conforme pasaba el tiempo, las dudas de Guderian y otros generales se iban haciendo mayores, el factor sorpresa se iba debilitando y los preparativos defensivos soviéticos se hacían cada vez más ostensibles.

Hermann Hoth y Heinz Guderian charlan animádamente un día antes de la ofensiva de kursk. F.: weaponsandwarfare.com

Al margen de las dudas y tardanzas alemanas, resultó determinante la capacidad de la inteligencia soviética para estar bien informada de lo que planeaban los alemanes. Los detalles de la ofensiva alemana eran conocidos previamente por los soviéticos gracias su red de espías Lucy en Suiza y de su espía en Gran Bretaña, John Cairncross. Stalin estaba, pues, informado y su estado mayor también. Zhukov, Comandante Supremo Adjunto, percibió las posibilidades de la situación. Los soviéticos tenían previsto fuertes ofensivas en la zona y Zhukov creía que había que cancelarlas y pasar a una estrategia defensiva de desgaste, esperar al enemigo bien fortificado para destruir sus fuerzas ofensivas en dicha defensa. El enemigo se agotaría contra las potentes defensas soviéticas, perdiendo así buena parte de sus fuerzas acorazadas, después las mayores reservas del Ejército Rojo le permitirían pasar a la ofensiva. De esta forma, kursk se convertiría en una trampa donde el poder blindado alemán sería destruido, un poder que sería difícilmente reconstruible debido a las manifiestas limitaciones de la industria alemana. Siguiendo esta estrategia, en abril los soviéticos iniciaron la construcción de potentes posiciones defensivas y fortificaciones. Estas no dejaron de consolidarse hasta principios de julio, por lo que los alemanes jugaban con el tiempo en contra, lo que terminaría por convertir la ofensiva en una ratonera. El Ejército Rojo tuvo todo el tiempo del mundo para preparar a conciencia la defensa de sus posiciones, una defensa en profundidad a base de sucesivos cinturones defensivos, con campos de minas, fortificaciones, grandes zanjas antitanques, concentración artillera, etc., todo ello dispuesto en decenas de kilómetros de profundidad para evitar el avance de los tanques alemanes y desgastar sus fuerzas. Semejante despliegue se mostró muy eficaz y de hecho los alemanes no profundizaron más de 12 km. en el frente norte y 35 km. en el sur.
Los soviéticos contaban con una enorme ventaja de material y soldados (en una relación de 2'5 a 1) y la única posibilidad del ejército alemán era su capacidad de sorprender y el impacto de su fuerza acorazada sobre las fuerzas soviéticas, estratégica típica de la Werhmacht desde sus campañas victoriosas en Occidente. Sin embargo, por las razones ya esgrimidas, la situación prevista por los alemanes no se dio, desembocando en una guerra de desgaste que evidentemente favorecía al ejército más dotado y con mayores reservas.

Fuente: elaboración propia.

Fuente: elaboración propia.
Carros de Combate en la estepa de Kursk al inicio de la ofensiva. Fuente: Wikipedia (Bundesarchiv)



Por lo demás, el saliente de Kursk era un lugar inmejorable para la guerra acorazada, los vehículos se podían mover con facilidad en una tierra poco poblada, sin grandes bosques ni relieve escarpado. Por el contrario, abundaban los campos de cereal y girasol en un paisaje agrario, ondulado y compuesto de suaves colinas. En la zona, los alemanes reunieron una formidable fuerza, que contaba con lo mejor de los ejércitos situados al sur y al norte del saliente. El IX Ejército del mariscal Model contaba con seis divisiones Panzer y una Panzergrenadier, además de 15 divisiones de infantería, de las que no todas se utilizarían en la ofensiva. En conjunto disponía de 920 carros de combate y cañones de asalto, la mayoría Panzer III y Panzer IV, muchos obsoletos y no todos operativos cuando comenzó la batalla. En el aire estaba apoyado por unos 730 aviones de la Sexta Flota Aérea, aunque limitada por la falta de combustible, que dificultó seriamente las operaciones de apoyo aéreo cercano. A esta fuerza militar habría que añadir el apoyo artillero de 6.000 cañones y morteros.
En el sur, von Manstein contaba con fuerzas militares mejor preparadas y equipadas: dos Panzergrenadier, nueve divisiones Panzer y once de infantería, aunque sólo siete de ellas entraron en combate. Contaba además con 1.000 tanques y 150 cañones de asalto, entre los que se contaban 200 nuevos Panther y 94 Tiger I. El apoyo aéreo lo proporcionaba la Cuarta Flota Aérea, con 1.100 aviones y la cobertura artillera contaba con 4.000 cañones y morteros. Entre estas fuerzas se encontraban algunas de las mejores unidades del ejército alemán. El IV Panzerarmee de Hermann Hoth tenía bajo su control al II Cuerpo Panzer de las SS, con tres divisiones de Panzergrenadier de las SS (Leibstandarte, Das Reich y Totenkopf) y al XXXXVIII Cuerpo Panzer, con la célebre División de Panzergrenadier Grossdeutschland. Las tres divisiones de las SS acumulaban 364 carros de combate, entre los que se encontraban 42 carros Tiger I y 130 cañones de asalto, y la Grossdeutschland disponía de 329 carros de combate y 35 cañones de asalto, entre los que se encontraban casi todos los carros Panther, unos 200.

Tiger I de la división SS Das Reich. Fuente: albumwar2.com



Soldados de la SS Leibstandarte durante la ofensiva de kursk. Fuente: stabsaswache-de-euros.blogspot.com


Blindados de la división SS Totenkopf avanzando hacia Kursk. Fuente: dziennikpolski24.pl



Soldados de la división Panzergranadier Grossdeutschland sobre un carro de combate. Fuente: histomil.com 



Las fuerzas alemanas acumuladas en la zona eran enormes, pero tenían importantes limitaciones. Muchas unidades habían sido reorganizadas después de la derrota germana en Stalingrado y en el frente Sur, era el caso de la 3 y 11º divisiones del XXXXVIII Cuerpo Panzer, y no tenían todavía su máximo potencial de combate, además faltaban reemplazos y las reservas de material y hombres eran insuficientes. Por otro lado, los nuevos vehículos acorazados (tanques Tiger o Panther), en los que se habían depositado grandes esperanzas, eran escasos y generaban grandes problemas de mantenimiento y mecánica, lo que reducía sus posibilidades, a lo que habían que añadir la insuficiente formación y experiencia de las tripulaciones en su uso.
En frente, los alemanes tenían a enormes fuerzas soviéticas, que se dispusieron siguiendo el plan general configurado por el mariscal G. Zhukov, que coordinaba las labores de la Stavka o estado mayor del Ejército Rojo. Su plan no pretendía solo contener la ofensiva alemana en la zona, sino que una vez encallados los alemanes en las defensas soviéticas, se lanzarían ofensivas contra las líneas alemanas al norte y sur de Kursk, en Orel y Jarkov. Como hemos comentado, Zhukov gozó de un contexto bastante favorable, al tener cuatro meses para preparar una serie de fabulosas defensas y fortificaciones. La primera línea, de unos cinco kilómetros de anchura, la constituían cinco filas de trincheras reforzadas con gran cantidad de puestos antitanques. En esta zona, se distribuyó una enorme cantidad de minas antitanques y antipersonas, (en torno a 2.500 minas de cada tipo por milla cuadrada). Once kilómetros detrás se situaba una segunda línea de las mismas características. Treinta y dos kilómetros más allá de la segunda había una tercera línea muy poderosa. Tras ella, estaban las reservas del frente atrincheradas en potentes defensas. Al final del todo, se disponían las últimas reservas, el frente de la Estepa o de Reserva al mando del general Konev, que protegía el cuello del saliente. Su función era evidente, podía ser la base para formar una última línea defensiva en caso de  que los alemanes hubieran avanzando hasta tal profundidad, evitando la fractura del saliente en dos como pretendían los alemanes, a la vez que servía para reforzar en cualquier momento a cualquiera de los dos frentes, tanto el del norte, como el del sur.

Posiciones soviéticas defendidas con morteros de 82 mm. Fuente: lasegundaguerra.com


Principales generales soviéticos involucrados en la batalla de Kursk.


En el saliente se encontraban las fuerzas del frente Central dirigido por el general Rokossovsky, dispuesto ante las tropas de Model, y el frente Voronezh del general Vatutin, ante las fuerzas de von Manstein. Teniendo en cuenta que un ejército ruso equivale a un cuerpo de ejército alemán y un cuerpo ruso a una división reforzada alemana, el frente Central tenía un ejército de tanques y cinco de infantería y dos cuerpos de tanques; el frente Voronezh contaba con cinco ejércitos de infantería y uno de tanques, junto a un cuerpo de infantería y dos de tanques, mientras el frente de la Estepa de Konev estaba formado por cuatro ejércitos de infantería y uno de tanques, con el apoyo de un ejército más de tanques, otro mecanizado y tres cuerpos de caballería. En total, un enorme ejército que tenía 13.000 cañones, 6.000 cañones antitanques y 1.000 obuses para los dos frentes avanzados, unos 2.500 aviones del II y XVI Ejércitos del aire y al menos 3.000 vehículos blindados, aunque como ya hemos comentado, pudieron ser un número muy superior, en torno a 5.000.

Carros de combate soviéticos del frente de Voronezh. Fuente: sputniknews.com 

Los soviéticos tenían mucha información de los planes alemanes, pero ese no era el caso de éstos, que desconocían la profundidad de las defensas soviéticas, entre otras razones porque el control del aire que desde 1941 había ejercido la aviación alemana, se había visto reducido y sus aviones de reconocimiento no habían conseguido la suficiente información sobre los preparativos soviéticos en el saliente. En los cielos de Kursk los excelentes Ilyushin-2 Shturmovik se mostraron muy capaces, dotados como estaban de un blindaje que no tenía ningún otro avión de su época. Se trataba de un avión especializado en ataque a objetivos de tierra, dentro de la idea dominante en el Ejército Rojo, que priorizaba el uso de la aviación como herramienta de apoyo a las fuerzas de tierra.

Aviones de combate soviéticos Il-2 en pleno ataque. Fuente: lasegundaguerra.com 


El 5 de julio se inició la ofensiva. Tras dos horas de intenso bombardeo de las posiciones soviéticas, el IX Ejército pasó al ataque, pero las defensas soviéticas permanecieron sólidas y pronto las unidades del mariscal Model encontraron una importante resistencia. Seis días después, el 11 de julio, Model habían enviado a luchar a todas las tropas de que disponía, sin conseguir avanzar más allá de los 20 kilómetros de profundidad, en torno a los pueblos de Ponyri y Oljovatia. Allí el II Ejército blindado soviético opuso una dura resistencia y se produjeron fuertes enfrentamientos. Los alemanes hacían valer la enorme capacidad de sus tanques nuevos, muy eficaces a larga distancia, mientras los soviéticos recurrían a la mayor movilidad y rapidez de sus carros de combate para buscar la corta distancia, donde su inferior armamento tenía más posibilidades En una zona relativamente pequeña lucharon dos mil tanques y cañones autropropulsados y las bajas en ambos ejércitos fueron terribles. El IX Ejército, exhausto, se frenó finalmente y se detuvo ante la pequeña cordillera tras la cual se bajaba directamente hasta Kursk. Las fuerzas de Rokossovsky habían roto así la parte norte de la pinza alemana y Model había perdido 25.000 soldados, más de 200 tanques y una cifra similar de aviones de la 6º Flota.

Panzerjäger Ferdinand o Elefant. Fuente: worldwarphotos.info

Un carro de combate ligero soviético pasa junto a un Tiger alemán destruido. Fuente: learning-history.com 



Infantería soviética en la zona industrial de Ponyri, el llamado "Stalingrado de kursk". F.: lasegundaguerra.com






En el sur, los resultados fueron mejores. Von Manstein optó por una estrategia diferente a la de Model, éste había utilizado a la infantería, zapadores y artilleros para abrir el camino a los tanques en lo que era una estrategia más convencional, sin embargo, von Manstein, no disponía de la suficiente infantería, por lo que optó por que sus blindados hicieran de punta de lanza y abrieran el camino para el resto del ejército. Recurrió para ello a la táctica de la cuña blindada o Panzerkeil, que inicialmente tenía a la cabeza a los Panther o los Tiger, desplegando más atrás y en los laterales a los más débiles y anticuados Panzer III y Panzer IV. Pronto von Manstein, un hombre muy solvente y gran estratega, percibió la debilidad de dicha táctica, que desaprovechaba el alcance y potencia de los Panther y Tiger: al acercarse los tanques rusos a dicha cabeza se desaprovechaba el potencial de fuego de los carros pesados alemanes, especialmente eficaces a larga distancia. Como consecuencia, se cambió la estructura de la cuña blindada y los tanques más antiguos, con menos calibre, fueron desplazados a la parte delantera para enfrentarse de cerca a los blindados y cañones autopropulsados soviéticos, mientras los Panther y Tiger, alejados del choque frontal, podían utilizar sus grandes cañones para alcanzar blanco a gran distancia y destruir los blindados enemigos con facilidad.

Soldados soviéticos disparando con una ametralladora maxim M1910. Fuente: Wikipedia

 Un grupo de Panzer IV de la 12 División Panzer cruza un improvisado puente construido por los ingenieros durante la Batalla de Kursk. Fuente: mejoresfotos2gm.blogspot.com

El IV Panzerarmee, que debía atacar Kursk en la zona de Oboyan, avanzó inicialmente con fuerza frente al VI Ejército de guardias ruso, pero más tarde chocó con el I Ejército blindado y redujo su avance. Mientras, el destacamento Kempf lanzaba su ataque por el noreste desde el sur de Belgorod para proteger el flanco derecho del IV Panzerarmee de los refuerzos soviéticos que estaban acercándose desde el este. Para el 6 de julio, tanto el IV Ejército blindado como el destacamento Kempf habían penetrado con fuerza en las líneas soviéticas, sin embargo, la llegada de importantes reservas del Ejército Rojo, entre ellas el V Ejército blindado soviético, una unidad de élite, complicó la situación para ellas. Lentamente las fuerzas alemanas fueron venciendo la resistencia y para el 11 de julio el ala izquierda de Hoth, con el XLVIII cuerpo Panzer como su fuerza de vanguardia, había penetrado casi 25 km, haciendo retroceder a los XI y VI Ejércitos de guardias y el I Ejército blindado. En el ala derecha de Hoth, el II Cuerpo SS Panzer, dirigido por el general Paul Hausser, avanzaba todavía más rápido y llegaba a Projorova, a 50 km dentro de las líneas soviéticas. El destacamento Kempf avanzaba también con fuerza y alcanzaba Rzhavets, en el alto Donetz. El 12 de julio, la cabecera del V Ejército blindado de guardias llegó a Projorova y se topaba con los blindados del cuerpo SS Panzer, dando comienzo a una batalla cruenta y durísima, marcada por una enorme concentración de blindados. El desgaste sufrido por los alemanes permitió a los soviéticos detener su avance y la situación del II Cuerpo SS Panzer se tornó delicada. La llegada desde el Donetz del III Cuerpo Panzer, convertido en punta de lanza del destacamento Kempf, resultó provervial, al lanzarse sobre el flanco del V Ejército blindado de guardias soviético. Se desarrollaron entonces intensísimos combates a la desesperada y para el 13 de julio la situación, muy confusa, parecía decantarse a favor de la Werhmacht.

Soldados soviéticos tras un tanque soviético KV-1. Fuente: russkiymir.ru





Ataque soviético en la zona de Projorova, tras los tanques T-34 avanza la infantería. Fuente: prokhorovka.gehm.es 




Sin embargo, Hitler decidió ese mismo día cancelar la operación Zitadelle, la situación del ejército alemán en occidente había cambiado drásticamente con el desembarco aliado en Sicilia unos días antes, mientras los soviéticos acababan de lanzar una brutal ofensiva al norte del saliente de kursk contra las tropas de von Kluge, que para el día 18 había hecho retroceder a los alemanes en la zona de Orel, perdiendo todos los territorios conquistados por Model desde el inicio de la ofensiva. Von Kluge aprobó la decisión del Führer, no en vano su situación al norte se había vuelto muy complicada, pero von Manstein, que precisamente se habían opuesto tenazmente a la operación en sus inicios, defendió proseguir con ella, convencido como estaba de que podía destruir una parte importante del poderío blindado ruso cerca de Projorova. Von Manstein pidió a Hitler que reconsiderara su decisión y el Führer aceptó aunque con muchas reservas. Hausser se lanzó entonces contra el V Ejército blindado de guardias. Pero Hitler decidió finalmente el 17 de julio cancelar definitivamente la ofensiva y trasladar parte de los cuerpos SS Panzer hasta Italia. Terminaba así la batalla de Kursk, los alemanas fracasaban en su objetivo inicial de conquistar el saliente y finalmente también en el objetivo de destruir el poder blindado soviético. En todo caso, es más que discutible la percepción que Manstein tenía de la situación militar, él creía poder acabar con el grueso del poder blindado soviético, minimizando sus grandes reservas y su enorme potencial de retaguardia, un poder que se evidenció en las ofensivas posteriores. Los soviéticos disponían de unas fuerzas blindadas muy superiores a las que el ejército alemán podía destruir en aquel momento.

Infantería rusa junto a un tanque T-34. Fuente: mundo.sputniknews.com








 Un Panzer IV y un blindado Sdkfz 251 halftrack. Fuente: warhistoryonlinepuntocom
Tiger I alemán maniobrando al sur del saliente de Kursk. Fuente: Pinterest
En todo caso, terminada la batalla, los soviéticos se lanzaron al ataque y el 3 de agosto los frentes de la Estepa, Voronezh y del Suroeste iniciaron una fuerte acometida que permitió el 23 de agosto conquistar el saliente de Jarkov. Una ofensiva general se inició a lo largo de todo el frente desde el oeste de Moscú hasta el Mar Negro, lo que a finales de diciembre permitiría a los soviéticos hacer retroceder a los ejércitos alemanes del Centro, Sur y A hasta la línea del río Dniéper. El XVIII Ejército fue aislado en Crimea y los rusos también se aseguraron cabezas de puente a lo largo del Dniéper, desde Gomel en el norte hasta kiev en el sur (ambas cayeron el 6 de noviembre) y entre Kremenchg y Zaporozhye.
El acontecimiento más importante del año había sido el intento alemán de eliminar el saliente de Kursk. Fue la última vez que los alemanes tuvieron la iniciativa en Rusia; a partir de entonces, lo único que les importó fue tratar de mantener sus posiciones. Tercamente, Hitler se negó a ordenar la retirada, pero el peso y volumen de las fuerzas rusas hicieron retroceder gradualmente a los alemanes hasta sus propias fronteras.

Los soviéticos inspeccionan un Panther alemán destruido por la artillería en Projorova. Fuente: lasegundaguerra.com


Conclusión

Durante la batalla de Kursk, la ofensiva alemana contó con una posición de clara desventaja: como ya hemos comentado, los soviéticos conocían los planes con bastante precisión, y por otro lado, el Ejército Rojo había mejorado a esas alturas mucho respecto al que había combatido a los alemanes a principios de la operación Barbarroja. Los soviéticos habían alcanzado un alto grado de organización, sus mandos habían ganado en experiencia y preparación, y sobre todo, tenían una enorme poderío militar, muy superior en hombres y material al de la Werhmacht. Contaba con enormes reservas humanas y tenía detrás una poderosísima industria militar que superaba con mucho las mermadas posibilidades de la industria alemana. La única opción de triunfo para los alemanes era el impacto y la sorpresa que pudieran producir su fuerzas acorazadas en los primeros momentos, lo que finalmente no ocurrió, porque los soviéticos estaban bien dispuestos y habían fortificado fuertemente la zona. La batalla desembocó en una ardua guerra de desgaste, algo para lo que los alemanes estaban menos preparados y que, debido a su mayor "debilidad" militar, jugaba claramente en su contra.
Con frecuencia se habla de la batalla de Kursk como un embate determinante que marcó un antes y un después en la guerra, suponiendo la hecatombe final de los ejércitos alemanes en el frente del Este. Sin embargo, esto hay que matizarlo. Resulta evidente su importancia, como también que con frecuencia ha sido sobredimensionada. El ejército alemán no se desangró a niveles insoportables, tampoco fue humillado en el transcurso de la batalla. Tuvo 54.000 bajas y perdió más de 750 tanques y cañones de asalto, lo que no resultaba irreparable, aunque sí eran pérdidas elevadas para una Alemania con serias dificultades para reponer sus mermas. Los soviéticos perdieron mucho más, entorno a 180.000 hombres y más de 1.500 tanques y cañones autopropulsados, pero sus reservas eran inagotables. Las ofensivas posteriores que siguieron a kursk multiplicarían estas pérdidas en ambos bandos.
A pesar de todo, Kursk si tuvo un papel real como punto de inflexión, supuso el inicio de la hegemonía militar soviética y, después de kursk, Alemania ni siquiera pudo aspirar a mantener la iniciativa estratégica en el Este. Las ofensivas posteriores rusas llevaron además a la conquista de enormes territorios de la Rusia Soviética y Ucrania, y la moral de los alemanes quedó muy deteriorada. Aún más allá, también la confianza de sus aliados se tambaleó: Stalingrado le costó a la Alemania el apoyo de algunos de sus estados satélites y tras kursk la situación se agudizó, sus fieles Finlandia y Rumanía comenzaron a buscarse la vida y velar por su propio futuro.
A partir de kursk, la Werhmacht se introdujo en una situación difícilmente sostenible que le llevó a la derrota final. La industria alemana no podía, a pesar de la mano de obra esclava, producir en las cantidades necesarias los nuevos blindados y aviones que podían aportar a su ejército una ventaja técnica. Pero, sobre todo, con kursk comenzó a generarse un pernicioso círculo vicioso. Cada nuevo revés obligaba a los alemanes a lanzarse al combate con mayor premura y con menor entrenamiento a sus tropas de reemplazo recién reclutadas y a sus divisiones Panzer recién equipadas. Esas tropas, apenas entrenadas, sufrían unas tasas de bajas anormalmente altas antes de que pudieran asimilar la dureza del combate. Bajas que hacían, a su vez, que los comandantes tuvieran que recurrir a los siguientes reemplazos en una fase aún más temprana de su entrenamiento. Mientras tanto, la columna vertebral de la Werhmacht, formada por los veteranos que había protagonizado las grandes victorias entre 1939 y 1941, iba sufriendo un fuerte desgaste producto de las múltiples bajas y la crudeza de la lucha.

Prisioneros alemanes durante la batalla de Kursk. Fuente: lasegundaguerra.com



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